La conocida idea, introducida por
Darwin y Wallace, de la lucha por la existencia como factor de la evolución, ha
llegado a convertirse en la base de todas nuestras teorías fisiológicas,
biológicas y sociales[1].
Sin embargo, “¿Quiénes son más aptos, aquellos que constantemente luchan entre
sí o, por el contrario, aquellos que se apoyan mutuamente?”[2]
Darwin
en su obra El origen del hombre mostraría
que, en innumerables sociedades animales, dicha lucha es reemplazada por la
cooperación. La cooperación será quien nos conduzca al desarrollo de las
facultades intelectuales y de las cualidades morales, asegurándonos mejores
oportunidades para sobrevivir y perpetuar. Señalo también, que no son más
aptos, entonces, aquellos físicamente más fuertes o hábiles; sino aquellos que
más se unen y apoyan los unos a los otros. ¡Qué casualidad que estas observaciones
pasaran inadvertidas! La mayoría de los seguidores de Darwin, llevaron la idea
de la lucha por la existencia a sus límites más estrechos:
“Empezaron a representar el mundo
de los animales como un cúmulo de luchas ininterrumpidas entre seres
eternamente hambrientos y ávidos de la sangre de sus semejantes […] Elevaron
por propia comodidad la lucha sin cuartel a la altura de principio biológico al
cual el hombre debe subordinarse o de los contrario sucumbirá en este mundo
basado en el exterminio mutuo”[3]
Kropotkin
nos muestra como los animales que practican el apoyo mutuo resultan los más
aptos, teniendo más posibilidades de sobrevivir tanto individual, como colectivamente;
y alcanzando el más alto grado de desarrollo mental y de organización física.
Según nos explica Kropotkin, la ayuda mutua como factor de la evolución (como
condición de desarrollo general) tiene mayor importancia porque “facilita el
desarrollo de las costumbres y caracteres que aseguran el sostenimiento y el
desarrollo máximo de la especie junto con el máximo bienestar y goce de la vida
para cada individuo y, al mismo tiempo, con el mínimo de desgaste inútil de
energías y fuerzas.”[4]
Algo que
podría sorprendernos, sería entender que, en las regiones escasamente habitadas
por el ser humano, hay más abundancia de casos de ayuda mutua por parte de los
animales. “En gran cantidad de subdivisiones del reino animal, la ayuda mutua
es la regla general”.[5]
Si nos ayudamos de Forel para poner el ejemplo de las hormigas, veremos que,
las hormigas están obligadas a compartir su alimento entre ellas:
“Pero
dos hormigas pertenecientes al mismo hormiguero, o a la misma colonia de
hormigueros, siempre que se aproximan, cambian algunos movimientos de antena y si
una de ellas está hambrienta o siente sed, y muy especialmente si en ese
momento la otra tiene el estómago lleno, inmediatamente le pide alimento. La hormiga
a la cual se dirigió la demanda nunca rehúsa: separa sus mandíbulas, y situando
a su cuerpo en la posición conveniente deja escapar una gota de líquido
transparente que la hormiga hambrienta sorbe. La devolución de alimentos para
nutrir a otros es un rasgo tan importante de la vida de la hormiga (en
libertad) […] Si una hormiga con el estómago lleno se mostrase tan egoísta que
rehusara alimento a una camarada, sería tratada como una enemiga o algo peor.”[6]
Hay especies
que cuyos miembros llevan una vida solitaria en regiones densamente pobladas,
mientras que esas mismas especies viven en rebaños en lugares no habitados por
el ser humano. Kropoktin nos describirá a los “más aptos” como a los animales
más sociables, reconociendo la sociabilidad como el factor principal de la
evolución progresiva. La vida es lucha, dirá este autor, pero no como la
propuesta por Darwin en el origen de las especies, donde plantea la verdadera
competencia, la lucha dentro de cada grupo animal. A Darwin y, a los demás
naturalistas, les preocupaba el problema de ausencia de las formas intermedias,
planteando Darwin como solución la idea del exterminio. Como Wallace mostró en
un párrafo sobre la divergencia de los caracteres, “el principio de la nueva
variedad puede ser la formación de nuevas costumbres, la migración a nuevos lugares
de residencia y la transición a nuevas formas de alimentación.”[7]
Como dirá Kropotkin, en estos casos no ocurre ningún exterminio y tampoco competencia,
sirviendo la nueva adaptación para “suavizar la competencia allí donde
existiese”.
“Pero
si la evolución del mundo animal estuviera basada exclusivamente, o aun
preferentemente, en la supervivencia de los más aptos en periodos de calamidades, si
la selección natural estuviera limitada en su acción a los periodos de sequía
excepcional, cambios bruscos de temperatura o inundaciones, entonces la regla general en el mundo animal
sería la regresión y no el progreso. […] Por fortuna, la competencia no es
la regla general ni en el mundo animal ni en la humanidad. Se limita, entre los
animales, a periodos excepcionales. […] La ayuda y el apoyo mutuos crean
mejores condiciones para la selección progresiva
por medio de la eliminación de la
competencia.”[8]
“¡Uníos! ¡Practicad la ayuda mutua! Es el medio más justo
para garantizar la seguridad máxima tanto para cada uno en particular como para
todos en general; es la mejor garantía para la existencia y el progreso físico,
intelectual y moral”[9]
[1] Kropotkin,
Piotr. El apoyo mutuo. Un factor de la
evolución. Pepitas ed. Logroño. 2020. Páginas 29-111.
[2] Op. Cit.
Página 34.
[3] Op. Cit.
Página 32.
[4] Op. Cit.
Página 34-35.
[5] Op. Cit.
Página 38.
[6] Op. Cit.
Páginas 41-42.
[7] Op. Cit.
Página 99.
[8] Op. Cit.
Páginas 108-109.
[9] Op. Cit.
Página 111.
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