“La Conciencia Feliz –o sea, la creencia de
que lo real es racional y que el sistema entrega lo bienes- refleja un nuevo
conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se
traduce en una forma de conducta social.
[…] Vivimos y morimos racional y productivamente. Sabemos que la
destrucción es el precio del progreso, como la muerte es el precio de la vida,
que la renuncia y el esfuerzo son los prerrequisitos para la gratificación y el
placer, que los negocios deben ir adelante y que las alternativas son utópicas.
Esta ideología pertenece al aparato social establecido; es un requisito para su
continuo funcionamiento y es parte de su racionalidad.” [1]
Cuando
Marcuse escribe en el año 1964 El hombre
unidimensional, ha estudiado en profundidad la obra de autores como Hegel,
Marx y Freud; y se dispone a profundizar en las formas de alienación en las
sociedades capitalistas avanzadas.[2]
Marcuse nos detalla que los medios de comunicación nos venden los intereses
particulares como si fuesen los de todos los seres humanos, presentándolo como
la personificación de la Razón. El sistema impone sus exigencias políticas y
económicas y nos influye no solamente en el tiempo de trabajo, sino también en
el tiempo libre.
Marcuse
aclara, que no es únicamente totalitaria una sociedad cuya coordinación es
terrorista, también lo es una coordinación técnico-económica no-terrorista que
se basa en la manipulación de necesidades a través de intereses creados.[3]
“Los
productos adoctrinan y manipulan; promueven una falsa conciencia inmune a su
falsedad. Y a medida que estos productos útiles son asequibles a más individuos
en más clases sociales, el adoctrinamiento que llevan a cabo deja de ser
publicidad; se convierten en modo de vida.”[4]
El sistema
en el que estamos insertos hace que olvidemos nuestras verdaderas necesidades,
somos manipulados en todas las esferas de la vida; y sometidos creemos vivir
conforme a nuestros intereses. La oposición no existe y, la intención de buscar
alternativas queda reducida a bellas palabras de imposible realización. Sin embargo,
esto no nos preocupa, mientras podamos seguir consumiendo y satisfaciendo
falsas e impuestas necesidades.
“la
destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una
prueba de su opulencia y de los “altos niveles de bienestar”. “¡La comunidad
está demasiado satisfecha para preocuparse””[5]
La característica
que se ha convertido en habitual en la comunicación, es su carácter hipnótico.
Vivimos sometidos bajo sugestivas órdenes, caracterizadas por la familiaridad
de la repetición constante.[6]
Como lo bueno y lo bello, la paz y la justicia, no pueden deducirse de
condiciones ontológicas o científico-racionales, no permiten para ellas pedir validez
lógica y realización universal.[7]
Para poder a llegar a ser lo que realmente es, la sociedad debe ser
comprendida, transformada e incluso subvertida.[8]
[1] Marcuse,
Herbert. El hombre unidimensional.
Ed. Austral. Barcelona. 2020. Páginas 113 y 162.
[2] López
Sáenz, Mª Carmen. Corrientes actuales de
la Filosofía I. En-clave fenomenológica. Ed. Dykinson. Madrid. 2016. Página
629.
[3] Marcuse,
Herbert. El hombre unidimensional.
Ed. Austral. Barcelona. 2020. Páginas 31-43.
[4] Op. Cit.
Página 50.
[5] Op. Cit.
Página 114
[6] Op. Cit.
Páginas 119- 120.
[7] Op. Cit.
Página 164
[8] Op. Cit.
Página 143
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